Egipto había sido durante más de 1500 años un imperio de tradiciones basado en el culto a los tan famosos dioses Amón, Ra, Osiris, Isis, Horus y Anubis entre muchos otros además del culto al propio faraón.
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Fue en la época dorada de Egipto, en el Imperio Nuevo, cuando un nuevo Amenhotep se convirtió en faraón. Hijo de Amenhotep III y de la reina Teye, Amenhotep IV según las útimas investigaciones era un joven introvertido, a veces no muy tomado en cuenta en los grandes y tradicionales festivales religiosos y reales, pero que tenía grandes ideas que cambiarían la historia egipcia y en consecuencia, la historia mundial refiriendose al contexto religioso. Al principio no estuvo en la línea al trono pero su hermano mayor murió y él tuvo que tomar su lugar como sucesor.
Busto de Nefertiti |
Desde probablemente Mitani llegó una princesa a Egipto, Amenhotep IV quién más tade cambió su nombre a Ajenatón, la desposó y ella tomó el nombre de Nefertiti que significa La bella que llega. Algunos egiptólogos piensan que ella no llegó de Mitani sino que era hija de Ay, el general del ejercito real. Todo había sido normal: los festivales reales, las tradiciones, la religión, el arte y la política no habían cambiado en nada tal como en los últimos 1500 años. Tras la culminación de los nuevos templos edificados por el faraón en Karnak empezó lo que nadie esperaba. El tradicional estilo artístico no era igual al nuevo que ahora estaba grabado en paredes y columnas de los templos. Las colosales estatuas que representaban a Amenhotep IV eran también diferentes a las tradicionales de tiempos remotos. También estaba en escena un nuevo personaje divino, Atón. Este dios estuvo a luz en tiempos de Amenhotep III pero no tuvo mayor relevancia. Todos estos cambios fueron muy extraños tanto para los pobladores adinerados como para la gente común.
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Tradicionalmente se creía que todos los faraones debían ser pintados y representados de la misma manera, sin diferencias físicas relevantes y se puede comprobar al comparar por ejemplo una estatua de Tutmosis III y una de Ramsés II o una pintura de Seti y una de Mentuhotep II. Esta creencia estaba establecida porque se pensaba que el faraón era la encarnación del dios Horus en la tierra y que al morir, el nuevo sucesor y faraón también era la encarnación del Dios. Por ello, solo los ojos bien adiestrados pueden notar las pequeñas diferencias entre pinturas y esculturas de faraones y períodos diferentes.
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Amenhotep IV había cambiado este estilo por lo que causó cierta espectativa. Ahora las pinturas y esculturas serían representadas en un estilo naturalista que ponía muy en juego al estilo tradicional. El faraón y sus familiares al igual que cualquier otra persona que era representada se le apreciaba desde otro punto de vista, tal como era se le esculpía o pintaba aunque muy a menudo se exageraba en los rasgos tanto faciales como corporales.
Increiblemente a pesar de que muchas personas creen que este estilo (llamado por algunos ateniense o amarniense entre otros varios nombres) es grotesco y feo pero en el Museo de Berlin se expone una de las mayores joyas del arte egipcio (al estilo ateniense, por cierto), el busto policromado de Nefertiti.
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Contrariamente a esas falsas creencias antes nombradas podemos ver en el estilo artístico de Amarna muchas escenas de inigualable belleza y de muy relevante importancia por los datos históricos que aportan. En los tallados y pinturas se puede ver lo que antes jamás se había visto, una escena familiar entre el faraón, su esposa e hijas. Estas representaciones le han dado a la ciencia egiptológica datos muy importantes sobre la vida familiar en en antiguo Egipto. Allí no termina todo, anterior y posteriormente a este período no se representaron este tipo de imágenes sino las más comunes como las de festivales, las fúnebres y las campestres.
La escultura también sufrió importantes cambios; el faraón ya no se reflejaría con cuerpo atlético sino con muslos y caderas anchas, brazos y cuello largo al igual que nuevos caracteres faciales como ojos almendrados, labios prominentes y una fina barbilla.
Estos cambios no fueron los únicos que ocurrieron en ese período, este era solamente un comienzo para un cambio mucho mayor, la destitución de los dioses para establecer el monoteísmo a Atón, el dios que Ajenatón representó en sus templos.