Ramsés II, el gran constructor de Egipto

Sin duda alguna, Egipto es famoso por sus esplendorosos monumentos y por sus numerosos faraones, de los cuales, Ramsés II está entre los más importantes gracias a sus magníficas obras arquitectónicas. También conocido como Ramsés el Grande, fue el constructor más ambicioso de todo Egipto a pesar de que no erigió ninguna pirámide. Era sin duda alguna uno de los hombres más gloriosos de su época.

El sucesor de Seti I

 



Efigie de Ramsés II

Con tan solo 10 años fue Ramsés II (1279-1212 a.C.) nombrado por su padre, Seti I (1291-1279 a.C.), segundo faraón de la XIX Dinastía, poco antes del año 1278 a.C como Comandante en Jefe del ejército egipcio. Sin embargo, no fue expuesto al frente de batalla por su corta edad. Ramsés remonta sus orígenes a una familia de faraones guerreros donde su abuelo Ramsés I (1293-1291 a.C.) no tenía linaje real. Para salvar el orden del Imperio, Ramsés I fue elegido como amo y señor de Las Dos Tierras con lo que fundó una nueva dinastía, la número XIX de la extraordinaria casta egipcia.

Ramsés I y su hijo Seti I se dedicaron a ser grandes batallantes y Ramsés II debía ser como ellos por lo que desde sus 9 años de edad empezó a recibir educación religiosa, jeroglífica y militar. Ramsés II acompañó a su padre Seti I a una batalla en Libia y un año después se encontraba ya luchando junto al ejército en Siria. Posteriormente fue a la guerra sin la compañía de su padre. Al parecer Ramsés disfrutaba de este tradicional deporte miliciano de los soberanos. Incluso existen indicios de que era tal su apego al ejército que era llamado en tiempos posteriores generalísimo y no faraón como era la costumbre.


Relieve de la reina Nefertari

Siendo aún príncipe, Ramsés contrajo matrimonio con varias mujeres incluyendo a su gran amada Nefertari, la más importante entre sus reinas principales, secundarias y concubinas. Seti I tuvo la dicha de ver a sus primeros nietos correr por el palacio pero jamás logró conocer a la totalidad de ellos. Así como Ramsés era de ambicioso para los asuntos del Estado también lo era para la familia que en su totalidad alcanzó a engendrar a más de 100 hijos en su basto harén. Entre sus esposas reales se encontraba naturalmente su favorita Nefertari además de Istnofret, Merietamun, Bintanat, Henutmire, Nebettauy, Mahornefrure y una princesa hitita de la cual hoy se desconoce su nombre.

Ya preparado y educado como un faraón se le dio el título de Príncipe regente del Rey develando así su futuro; el gran Ramsés se convertiría en el próximo faraón de Egipto. En el año1279 a.C. Seti I se encamina en su viaje al otro mundo, al reino de Osiris, dios de los muertos. Oficialmente a sus 25 años, Ramsés se convierte en el regente de Uadyet y Nejbet, símbolos de Las Dos Damas, es decir, de Las Dos Tierras y por consiguiente del Alto y Bajo Egipto.

 

La batalla de Kadesh

Como ya es sabido Ramsés II estaba muy inmiscuido en el mundo militar, función obligatoriamente impuesta por el uso y la costumbre de invasiones a territorios extranjeros.

Egipto mantenía el control de los territorios del Delta y de las cataratas del sur pero el territorio Sirio incluyendo su frontera, estaba bajo el control de los tradicionales enemigos, el pueblo hitita. Ramsés II seguramente inspirado en sus antecesores decidió recuperar esos territorios en manos foráneas por lo que aprovechando la revuelta de Levante organizó sus tropas para atacar a los hititas comenzando la tradicional guerra entre los pueblos. Para ello reunió un enorme ejército de 20.000 hombres y los dividió en 4 divisiones. Bautizadas con los nombres de los dioses Amón, Re, Ptah y Seth, cada una de estas divisiones contaba con 5.000 hombres dispuestos a darlo todo por el faraón.

Dirigiéndose a la ciudad de Kadesh el ejército capturó a dos espías de los hititas. Los mismos confesaron que las tropas del rey hitita, Muwatalis, se encontraban a unos 15 kilómetros a las afueras de la ciudad, atemorizados por las tropas de Ramsés. El faraón confiado en el testimonio de los cautivos se adelantó y acampó en las afueras de la ciudad con su división de Amón.

Las restantes divisiones de Re, Ptah y Seth se encontraban lejos del faraón cuando una pequeña patrulla egipcia capturó a otro par de espías quienes confesaron que los dos anteriores eran un señuelo para engañar al faraón y emboscarlo. Las divisiones egipcias al enterarse de la trampa se apresuraron a apoyar a Ramsés que sería capturado o asesinado por los hititas. La división de Re fue dividida en dos por el ejército enemigo conformado por más de 37.000 hombres cuando estos intentaban apoyar al faraón. La división de Amón fue atacada y posteriormente reforzada por el norte. Los muchos pero a su vez inexactos documentos dicen que la batalla estaba bastante pareja por lo que Ramsés y Muwatalis acordaron la paz.


Imágenes de la Batalla de Kadesh en la que se ve al faraón Ramsés II
en combate contra los hititas.

Cada ejército ya en su propia casa se dedica a registrar todos los acontecimientos ocurridos en Kadesh. Cada uno de ellos hace las narraciones a su propio estilo. Los hititas dicen ser los ganadores y los egipcios en sus registros dicen serlo ellos. Lo más probable es que ninguno de los dos ejércitos haya salido victorioso de la batalla. Lo que posiblemente ocurrió es que hubo una tregua al ver la fortaleza de cada bando. Esta es la teoría mejor compartida por los expertos a juzgar por las documentaciones hititas que dicen que los egipcios pidieron la paz mientras que las documentaciones egipcias dicen que quienes la pidieron fueron los hititas.

Otras pequeñas batallas sucedieron en tiempos posteriores hasta que Hattusilis III, el nuevo rey hitita le propuso a Ramsés firmar la paz definitiva entre los dos imperios. Finalmente los monarcas se dieron cuenta que ninguno podía con el otro y que la lucha no tenía sentido, cada quién tenía que conformarse con los territorios que ya dominaba. Este primer tratado de paz del mundo fue celebrado en el año 21 del reinado de Ramsés, hacia el 1259 a.C. Para darle más fuerza al pacto Hattusilis III en el 1246 a.C. entregó a una de sus hijas para que se convirtiera en la esposa del monarca egipcio y en 1239 a.C. envió a otra de ellas.

Estos pactos fueron definitivos para lograr la tan deseada paz por ambos pueblos. Ahora Ramsés no sería más el guerrero que había sido hasta el momento, ahora dedicaría sus esfuerzos en convertirse en Ramsés el Grande, muy bien merecido titulo por su dedicación a la gloria faraónica. 

Ramsés el constructor

El faraón ahora se deleitaría en la construcción de templos como ningún otro, sin duda alguna, su pasatiempo favorito. Es sabido que era un gran dirigente, le gustaba estar presente en las construcciones, las cuales eran la imagen perpetua del faraón que lo haría ser recordado a través de los milenios.



Estatua de Ramsés II en
Luxor.

La etapa inicial de su nueva afición la dedicó a terminar un templo inconcluso por la muerte de su padre Seti I. Igualmente concluyó un templo en Abidos, agrandó los templos de Luxor y Karnak que para ese entonces era el centro religioso más grande de la humanidad.

En las cercanías de Abidos construyó su templo mortuorio llamado Rameseo. Por las dimensiones del mismo y por ciertos textos que se han encontrado se cree que la edificación pudo necesitar alrededor de unos 3000 obreros.

Ramsés II sin duda alguna era un gran constructor, de hecho, está entre los más importantes al igual que Jufu, constructor de la Gran pirámide de Egipto en la planicie de Gizeh. Al recorrer los lugares históricos de la tierra de los faraones es casi imposible no toparse con el cartucho que encierra el nombre de Ramsés II en los monumentos, no solo porque muchos de ellos los construyó, sino porque que también muchos de ellos fueron usurpados por él. Un ejemplo muy conocido es la Columnata construida por Tutankhamón durante su breve período de gobierno.

Al observar los monumentos construidos por Ramsés se evidencia una buena táctica por parte del faraón para evitar que sus monumentos fueran usurpados en un futuro por otro faraón. Los cartuchos que llevaban el nombre de Ramsés II tenían al menos una profundidad de 15 centímetros para evitar que fuesen borrados y luego sustituidos por el cartucho de otro rey.

Sin embargo, el templo que lo ha hecho realmente famoso no se encuentra en Egipto sino en la antigua Nubia, la tierra del oro. Abu Simbel fue el templo que realmente lo hace famoso por haber sido tallado en la roca y no construido como se hacia habitualmente. En su parte frontal se encuentran cuatro imágenes de Ramsés II sentado y en su interior una serie de estatuas de si mismo en una pose osiríaca. Al final del templo unas cuatro estatuas de dioses eran y aún son bañadas por la luz solar que, además de haber tenido un profundo simbolismo religioso en su época, eran un gran espectáculo visual.


Templo de Abu Simbel

 

Vistas del interior del templo de Abu Simbel

Justamente al lado de este templo se encuentra otro más pequeño que Ramsés dedicó a la diosa Hathor y a su querida esposa Nefertari. Es una verdadera obra de arte; en la fachada principal aparecen seis estatuas colosales de las cuales cuatro representan a Ramsés y dos a Nefertari. Afortunadamente la reina logró ver ambos templos terminados a tiempo, pues, un año después de que se terminó su construcción la favorita de Ramsés murió.

La construcción de la represa de Asuan amenazó la seguridad de estos dos templos en Abu Simbel por lo que en la década de los años 60, fue necesario cortar los templos en inmensos bloques para que fueran trasladados a un lugar un poco más alto a fin de evitar que las aguas del Nilo los sumergiesen.

Ramsés no limitó sus obras a las de Abu Simbel, también construyó su propia ciudad que en sus momentos fue espléndida. Esta nueva ciudad la construyó en el Delta del Nilo y le dio el nombre de Pi-Ramsés. Lógicamente necesitó una gran número de obreros para poder construirla y es a partir de este hecho es que muchos egiptólogos buscan compaginar los documentos escritos de los egipcios y el Éxodo de la Biblia. Las dinastías Ramesidas estuvieron conformadas por militares y constructores, tales son los casos de su abuelo Ramsés I y su padre Seti I. Se cree que ambos faraones explotaron masivamente a sus obreros que algunos presumen se tratase del pueblo judío. La llegada de Ramsés II como faraón fue definitiva, su ambición por ser el más glorioso de los faraones y su deseo por dejar este testimonio en piedra terminó dando comienzo a la búsqueda de la libertad de los judíos liderizados por Moisés y éste a su vez cumplía con la voluntad de Dios.

La única documentación que queda sobre el pueblo judío en Egipto es la Estela de la Victoria de Mineptah (1212-1202 a.C.), sucesor e hijo de Ramsés II. Dicha estela fue reutilizada y tiene narraciones de conquistas pero lo que realmente importa de la estela para este caso son unas líneas que rezan que Israel está devastado, su semilla ya no existe, Palestina se ha convertido en una viuda para Egipto. Dicho texto pone a los estudiosos en duda al intentar datar la expulsión hebrea de Egipto en caso de que realmente haya ocurrido.

La muerte del gran Ramsés

A sus 90 años de edad en el 1212 a.C., Ramsés II dejó el mundo de los vivos para reunirse con los dioses. Como uno de los faraones que durante más años reinó sobre Egipto es conocido este monarca que tuvo al menos 67 años de mandato como el más grande constructor de la historia egipcia junto a los muy conocidos faraones de las pirámides; Kufu, Kefrén y Menkaure. Su tumba KV 7 en el Valle de los Reyes es una de las más grandes al igual que la de su padre Seti I. Actualmente se encuentra en tan mal estado de conservación que no está abierta al público.


Momia de Ramsés II en el Museo Egipcio de El Cairo

En el año 1881 fueron encontradas en un escondite un grupo de momias entre las que se encontraba la de Ramsés II. Desde su tumba original fue trasladado a la de su padre Seti I y posteriormente a este escondite para salvarla de los saqueadores que desde los tiempos más remotos asecharon las tumbas de los difuntos para robar todas sus riquezas amenazando la vida eterna.

Los estudios que se le hicieron a Ramsés II indicaron que no tuvo un final feliz, sufría de artritis y severos daños dentales provocados por el arenisco pan que debió ser uno de los principales causantes de su agonía en los últimos años de su vida. Al menos Ramsés a pesar de haber sido interrumpido de su sueño sagrado logró perpetuar su imagen a través de los siglos como Ramsés el Grande.

 

Este artículo puede ser leído en

N° 3. Agosto 2002
Ed. Grupo Megamultimedia